Fiestas Navideñas en el Amazonas

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Los Kiwanis de dos continentes diferentes traen la alegría de las fiestas a niños colombianos carenciados.

Historia escrita por Jack Brockley
Fotos de Joaquin Sarmiento • Archivolatino

En las reservas indígenas de las regiones más remotas de Colombia, la Navidad es otro día común y corriente. Por ejemplo, los pequeños que viven en la parte noreste de la península de Guajira caminan durante horas junto a sus familias para poder encontrar comida. En la punta más sureste de la nación, los niños y las niñas del distrito Amazonas juegan con objetos hechos de plantas y ramitas.

Sin embargo, el 23 de diciembre de 2017 se celebró la Navidad como nunca. Por primera vez, estos niños jugaron con globos, comieron pan, abrieron regalos y conocieron a un extraño pero agradable hombre llamado Papá Noel. Ese día, el club Kiwanis Nativos organizó fiestas de Navidad en dos áreas que se encuentran a más de 1529 km de distancia entre ellas. Fue un gran emprendimiento para un club que solo tiene un mes. Pero esta es la razón por la cual se creó el club.

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“Estos son los niños más olvidados de la sociedad colombiana”, dice Olga Eby, una socia del club Nativos y también del club Kiwanis de Upper Keys, Key Largo, Florida. “El club Nativos quiere llegar a los lugares más remotos adonde abunda la pobreza y escasea la ayuda”.

El club Nativos se organizó en noviembre de 2017, con un solo propósito: servir a las personas de las naciones indígenas. La lista de socios incluye a kiwanis colombianos y de La Florida, como también socios dentro de las comunidades de la reserva. Estos clubes satélites coordinan las actividades Kiwanis que se realizan en las reservas. Los socios oriundos del lugar son invaluables porque realizan la planificación y la realización de las Fiestas Navideñas Kiwanis.

Antes de que el club Nativos se organizara oficialmente, y muchos meses antes de Navidad, los Kiwanis de toda Colombia y los extranjeros, especialmente de la Florida, comenzaron a recolectar regalos, separándolos de acuerdo a la edad y al género, los envolvieron y finalmente los guardaron hasta ser enviados a las reservas. Aquellos que viajaban a participar de las fiestas, llevaban consigo carpas y hamacas paraguayas para poder dormir. Asimismo, contrataron guardias de seguridad para que los acompañaran durante la travesía.

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Eby recuerda su itinerario que comenzó con un vuelo al Valledupar para conocer a los otros socios kiwanis colombianos. De allí, la caravana manejó durante siete horas hasta Cabo de la Vela. Al día siguiente, después de otras cinco horas en carro, llegaron a Punta Gallinas para embarcar en un bote y viajar en el mar por cuarenta y cinco minutos hasta llegar a las reservas.

La fatiga de este viaje a larga distancia y las complicaciones obvias de los desafíos logísticos valieron la pena. El día de la fiesta, el presidente del club Kiwanis Nativos, Moises Ramirez, recuerda la escena en la comunidad Amazonas de Miriti Paraña, donde 105 niños se reunieron en una sala decorada por los Kiwanis.

“Estaba decorada con cosas sencillas como globos”, cuenta Ramirez. “¡Nunca habían visto globos antes! Queríamos cocinarles algo diferente. Les preparamos pollo con arroz y pan. ¡Nunca habían probado el pan!”

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En ambas localidades, las familias entretenían a los visitantes con espectáculos culturales, disfrazados con trajes de las regiones y bailando. En Guajira, donde participaron 2.000 niños, ellos y sus familiares les dieron la bienvenida a sus huéspedes Kiwanis con villancicos de Navidad. Una de las canciones de apertura decía así:

“Qué canten los niños, que alcen la voz,
Que hagan al mundo escuchar;
Que unan sus voces, qué lleguen al sol:
En ellos está la verdad”.

El espectáculo de los niños tomados de la mano y la llegada de Papá Noel quedaron grabados en la memoria de Olga Eby.

“Había un bote en la orilla del mar y un pescador sentado cerca, Papá Noel se acercaba caminando por la arena. Muchos niños lo seguían y no sabían si lo debían ayudar o no”, cuenta Olga.

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Pronto fue evidente que Papá Noel traía paquetes. ¡Regalos! Pelotas de futbol, zapatos, muñecas, pañales, carritos de juguete, artículos para la higiene personal y ropa, cada uno recibido con un abrazo, una sonrisa y un muchas gracias o “pala pilichaka nula”.

“Las bicicletas fueron las más aclamadas”, recuerda Eby. “Son un medio de transporte. Para algunos es la única forma de llegar a la escuela”.

Al día siguiente, Ramirez presenció cómo los niños seguían disfrutando y compartiendo los juguetes. “No les importaba si uno era azul o amarillo o rosa. Estaban felices. Para mí, esta Navidad fue muy diferente a las demás”.