Refugio de salvación

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Un kiwanis tejano pone en uso sus conocimientos de mecánica para ayudar a las mujeres en África.

Historia escrita por Julie Saetre

El kiwanis John Eanes, mecánico profesional y dueño de un taller mecánico en Tejas, conoce todos los tipos de motores de automóviles. Sin embargo, nunca imaginó que su experiencia un día sería valorizada y requerida en África.

El año pasado, gracias a un subsidio del club Kiwanis de Galveston, Eanes viajó a Kenia con Ed Sulzberger, director ejecutivo de la organización Childrens Haven, en África. Con la central en Tejas, Heaven ayuda a los huérfanos y a las jovencitas en África.

Mientras estaba en Kenia, Eanes trabajó como asesor técnico en un proyecto de un tractor John Deere de la organización Mission With A Vision, la cual proporciona refugio y apoyo escolar a las jovencitas Masai. Estas niñas han arriesgado su vida al escapar de sus pueblos con fin de evitar la mutilación genital y el matrimonio forzado, costumbres propias de los Masai. En los últimos 15 años, esta organización ha ayudado a que aproximadamente 1.000 niñas tengan un mejor futuro.

La organización Mission opera una granja de 10 acres que brinda alimentos a los residentes y al personal de su casa de refugio. Además, genera ingresos para cubrir los gastos de la granja y las becas. Hasta que Eanes visitó el lugar, toda la agricultura se realizaba minuciosamente a mano con azadas y machetes. Pero todo cambió cuando las mujeres aprendieron a usar el tractor, que esperaban con ansias.

Durante dos semanas, Eanes capacitó a las residentes del lugar en el uso de la maquinaria pesada, algo que fue muy bien recibido por las jóvenes.

“Cuando conocimos a las niñas, eran tímidas y muy reservadas”, recuerda Eanes. “Cuando se subieron al tractor y comenzaron a cosechar, fue increíble ver lo emocionadas que estaban al darse cuenta que eran autosuficientes”.

Esta independencia es rara en las adolescentes de estos lugares.

“Es muy raro que las mujeres y niñas Masai puedan recibir una educación”, dice Sulzberger. “Existe mucha resistencia todavía. Y para estas jóvenes poder aprender un oficio como manejar maquinarias pesadas es algo único. Nos dicen que es capaz que ellas sean las primeras mujeres Masai certificadas en este rubro”.

Eanes añade: “es como que recobraron la vida en el momento que comenzaron a cosechar. Estaban tan emocionadas que podían arar el campo de otros granjeros, ganar dinero y mejorar cada vez que lo hacían”.